lunes, 31 de diciembre de 2012

ESCUELA DE VULVA

 
 
ESCUELA DE VULVA
Vulva va a la escuela y descubre que ella no existe...
Vulva va a la iglesia y descubre que es obscena...
Vulva descifra a Lacan y Baudrillard y descubre que ella es sólo un signo, una significación del vacío, de la ausencia, de lo que no es masculino...
(se le entrega un lápiz para que tome nota...)
Vulva decodifica la semiótica constructivista feminista y se da cuenta de que ella no tiene ningún sentir auténtico; hasta sus sensaciones eróticas han sido construidas por proyecciones patriarcales, imposiciones y condicionamientos...
Vulva lee biología y comprende que ella es una amalgama de proteínas y hormonas de oxitocina que gobiernan todos sus deseos...
Vulva estudia a Freud y se da cuenta de que tendrá que transferir sus orgasmos clitóricos a su vagina...
Vulva lee a Masters y Johnson y comprende que sus orgasmos vaginales no han sido medidos por instrumento alguno y que ella sólo va a experimentar orgasmos en el clítoris...
Vulva lee Off Our Backs y explora el tribalismo; entonces suspira por las ásperas barbas de dos días del otro género, sus manos largas y su insistente verga...
Vulva lee a Gramsci y a Marx para examinar los privilegios de su condición cultural...
Vulva interpreta los textos del feminismo esencialista y pinta su rostro con su sangre menstrual, aullando cuando hay luna llena...
Vulva reconoce sus símbolos y nombres en los graffitis bajo los caballetes de las ferrovías: raja, tajo, enchilada, conejo, rabo, semilla, coño y tajada...
Vulva se desnuda, llena su boca y concha con pintura y brochas, y corre al Cedar Bar a medianoche para espantar los fantasmas de De Kooning, Pollack, Kline...
Vulva aprende a analizar la política preguntando: “¿Es esto bueno para Vulva?”
Carolee Schneemann (1995)














La palabra: esos ojos abiertos.



                                                La palabra: ese cuerpo hacia todo.
                                                            La palabra: esos ojos abiertos
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                                                                       Roberto Juarroz

He estado buscando palabras para hilvanar un seno cálido
Palabras que no se resbalen huidizamente, sino que tengan cierto coraje de ser dichas, de mirar, de ser ojos.
Palabras ojos, que tengan dientes, pero sólo muerdan cuando es imprescindible.
Y sé que no puedo pedirles lo imposible, porque lo imposible nos habita.
Me estiro sólo con mi piel, en esa arena cálida de la tibieza para sentir que estoy viva y pienso, que el tiempo es una trampa que nos apresa sin máscaras, para envolvernos en  tediosas confusiones.
Como diría Pessoa, nada vuelve, ni la primavera, porque todo es real.
Quiero enhebrar palabras que disputen las ceremonias de bienvenida.
Eso, tal vez.
Que el año a transcurrir, nos deje estirar sobre sus senos generosos, abrace nuestras frágiles humanidades y nos ame.
Nos deje habitar en su mirada negra de piel negra.
Navegar por sus ríachos rojos de sangres voluptuosas.
Gozar entre sus sexos indescifrables.
Llorar entre lo que ya no existe.
Celebrar la vida, con ejércitos de pestañas combatientes.
Tomar la palabra para nombrar el mundo.

viernes, 21 de diciembre de 2012

La otra lanza, poemas de Mario Romero




Discurso del ahorcado en el árbol del fondo


Lo que me molesta es lo de siempre,
el ruido del agua borboteando en su olla de hierro,
y hervir choclos todo el día,
como si fuese lo único que se puede hacer,
y zapallos y batatas.
Aunque los pájaros no picoteen los ojos de los ahorcados, ella me descubrirá entre las ramas antes del mediodía y cortará la soga con el mismo cuchillo con que corta los zapallos.
 

 
Galpón tiznado
En un galpón tiznado por el fuego el niño de mameluco pone su mano al final de un rayo de sol que entra por un agujero hecho con clavos y mientras más avanza la mano, más se llena de sol como agua, hasta subirse en una silla, asiento de cuero, puesta a propósito.
Y afuera hay una calle donde la gente habla, pero él no ve nada porque el sol le da en todo el ojo.

Mario Romero (Las Cejas, Tucumán, 1943-San Miguel de Tucumán, 1998),La otra lanza, Editorial Siesta, Estocolmo, 1984

de preguntas



¿Son lágrimas
las semillas
de la acacia?

       Eva Murari


¿Qué fue de la vida de Blanca Nieves?



 ¿Qué fue de la vida de  Blanca Nieves?
Tuvo un montón de niñoxs, un marido que atender, al que sólo le interesa mirar TV y ya no tiene tiempo de recordar su propio deseo.

 




¡¡Basta de lobos y caperucitas!!
Las mujeres nos organizamos para luchar contro todo tipo de violencia.











Tal como dice Joan Scott “El feminismo necesita la teoría, eso  ni siquiera hace falta decirlo, tal vez porque se ha dicho demasiadas veces. Necesitamos una teoría que analice  la forma de actuar del patriarcado en todas sus manifestaciones ideológicas institucionales de organización, subjetivas  y que sea capaz de explicar no sólo las continuidades sino también el cambio a lo largo del tiempo. Necesitamos una teoría  que nos permita pensar en términos de pluralidades y diversidades  en lugar de seguir haciéndolo en unidades y universales. Necesitamos   una teoría que rompa la supremacía conceptual de las viejas tradiciones de la filosofía occidental que han construido sistemáticamente, una y otra vez, un mundo único en términos de universales masculinos y especificidades femeninas. Necesitamos una teoría que nos permita articular formas alternativas  de pensamiento sobre el género (y por lo tanto formas de actuar sobre él) sin limitarnos a revertir las viejas jerarquías ni a confirmarlas. Y necesitamos una teoría que sea útil y relevante para la práctica política” (Deconstruir igualdad versus diferencia: usos de la teoría posestructuralista para el feminismo” FeminariaVII /13/1/P1)
Marita Verón y la asamblea del año XIII
  
Lunes, 17 de Diciembre de 2012 10:28

 

(APe).- Somos lo que soñamos.

Aquello que hagamos para convertir en realidad nuestros proyectos.

La Argentina es el sueño colectivo inconcluso nacido en mayo de 1810.

Que en el trono de la vida cotidiana esté la noble igualdad.

A treinta años de la recuperación de la democracia y a doscientos años de la Asamblea del Año XIII es fundamental preguntarse a qué distancia estamos de aquello que queríamos ser.

Corría 1812 y el triunfo en Tucumán, batalla prohibida por la burguesía porteña en relaciones carnales con Gran Bretaña, abría la posibilidad de hacer realidad la palabra que enamoraba a los revolucionarios, la igualdad. El desobediente líder de masas, Manuel Belgrano, había repartido tierras en los pueblos misioneros y otorgado libertad y ciudadanía a los pueblos originarios y los gauchos que hasta ese momento no servían más que para obedecer a los grandes hacendados del noroeste. Ninguno de estos hechos le serían perdonados: moriría condenado a la pobreza aquel 20 de junio de 1820. La constitución social misionera de 1810 y el fuero gaucho jamás serían enseñados en las escuelas. Pero en aquel 1812, Belgrano era la expresión individual más radicalizada del sueño colectivo parido en mayo de 1810.






Sus banderas: democratización de la tierra, respeto por los pueblos originarios, jerarquización de la mujer y desarrollo del mercado interno antes de vincularse con el extranjero, eran enarboladas por las masas que lo acompañaron en el éxodo jujeño y que sangraron con él en Tucumán y Salta.

En esos días finales de 1812, el puerto de Buenos Aires cobraba más caro todo aquello que era consumido por las mayorías y regalaba la producción a los ingleses. El 8 de octubre de aquel año, el recién llegado José de San Martín sacaba a sus granaderos del Retiro y producía un piquete histórico que desbarrancó al primer triunvirato. Asumían Juan José Paso, Alvarez Jonte y Rodríguez Peña, la titularidad del segundo triunvirato.

Fueron los convocantes a la llamada Asamblea General Constituyente del Año 1813, con la idea de agrupar a los referentes de los “pueblos recién emancipados y que se definiese el sistema institucional de las Provincias Unidas. Aunque no logró contar con algunos representantes del interior, esta Asamblea se inauguró el 31 de enero de 1813. El propósito era proclamar la independencia y redactar la constitución del nuevo estado”, coinciden los historiadores oficiales.

Las conocidas resoluciones fueron el establecimiento del escudo nacional, la composición del himno, la libertad de vientres de las esclavas, la eliminación de los mayorazgos y los títulos de nobleza, el no pago de los tributos de parte de los pueblos originarios, la acuñación de la primera moneda nacional –esa que subsiste en la moneda de un peso en la vida cotidiana los argentinos del tercer milenio-, la abolición de la inquisición y la tortura, la finalización del tráfico de esclavos y la constitución de un directorio en reemplazo del triunvirato.

Cuando la Argentina recuerde a finales de enero de 2013 el bicentenario de aquella asamblea que decretó el fin de la esclavitud, el cuerpo de Marita Verón marcará la necesidad de retomar en serio esos mandatos.

Según la Fundación La Alameda hoy existen en la geografía nacional nada menos que 8 mil prostíbulos y casi 65 mil esclavas sexuales, la mayoría de ellas menores de dieciocho años.

Una realidad que solamente es posible por la convivencia entre mafias provinciales y nacionales que tienen acuerdos históricos con distintos nichos estatales que permiten la vigencia de esas cajas negras, su reciclaje y la permanente burla a los ideales planteados en la asamblea originaria.

Redes de traficantes que facturan y acumulan dinero para delincuentes de guante blanco en cada punto del mapa enorme de la Argentina.

Doscientos años después de la asamblea del año 13, el caso de Marita Verón y el destino de por lo menos 65 mil argentinas esclavizadas ponen de manifiesto la urgencia existencial de generar nuevas asambleas que alumbren, de una buena vez, una nueva y gloriosa nación sobre la faz de la Tierra.


Fuentes de datos:
Diarios de la semana del 11 al 16 de diciembre de 2012.


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jueves, 20 de diciembre de 2012

Excelente artículo sobre la Salud Mental, publicado en Pagina 12, 20 de diciembre de 2012


“Paciente crónico”

Para la autora de este trabajo, el “paciente crónico” –el de “progresivo deterioro” y “curación improbable”– no existe aisladamente, sino en el marco de “la histórica segregación, invisibilización y negación de la condición de sujeto de derecho de estas personas”. Entonces, si la sociedad produce pacientes crónicos, las preguntas deberías ser: “¿Cómo se producen pacientes crónicos en salud mental? ¿Por qué los producimos?”.

 Por Roxana Amendolaro *
El concepto de cronicidad, concebido como un elemento constitutivo de determinados diagnósticos en salud mental como por ejemplo la esquizofrenia, habla de un progresivo deterioro subjetivo de la persona o de la existencia de síntomas residuales que van a condicionar la vida de esa persona. Crónico se contrapone a agudo y se lo suele asociar a la imposibilidad de curación. Pero, ¿cómo podemos pensar la cronicidad en salud mental si tal diagnóstico coexiste con la vulneración sistemática a los derechos fundamentales de las personas de las que se trata y con representaciones sociales estigmatizantes? ¿Podemos analizar la cronicidad sin tomar en consideración las condiciones de vida de la persona?
En la Argentina, las personas usuarias de servicios de salud mental han sido históricamente invisibilizadas y marginadas del ejercicio de sus derechos. El modelo de atención en salud mental aún vigente ha llevado a que estas personas hayan sido y sean: obligadas a someterse a procesos de internación sin tomar en cuenta su voluntad; concebidas como objetos de tutela y protección negando su capacidad para tomar decisiones e insertarse en la comunidad; hospitalizadas durante largos períodos en grandes centros de internación donde sufren la ruptura de sus lazos sociales; medicadas innecesariamente o en forma excesiva; socialmente estigmatizadas y por esto restringidas en derechos como trabajar, estudiar, casarse, votar, tener hijos. Este modelo lleva a destinar gran parte de los recursos en salud mental a una hospitalización que excluye a las personas y paradójicamente favorece la discapacidad.
Es cierto que, desde el Estado y distintas organizaciones de la sociedad civil, se viene impulsando un proceso de reforma del sistema de salud mental. Pero los cambios requieren modificar un escenario complejo. Se estima que en la Argentina aún existen alrededor de 20.000 personas en centros de internación en salud mental (50 por ciento en el sistema público y 50 por ciento en el privado). En instituciones psiquiátricas argentinas se han podido constatar graves hechos de abuso y negligencia: muertes no investigadas, privación sensorial mediante aislamiento y diversos actos de violencia física y sexual. Se ha hecho evidente además una importante falta de recursos, así como el mal estado de las instituciones y la ausencia de mecanismos de supervisión pública.
Más del 80 por ciento de estas personas permanecen internadas durante más de un año, y muchas lo han estado de por vida (Yago Di Nella y colabs.: Epidemiología de la salud mental con enfoque de derechos, 2011, disponible en: http://www.cels.org.ar). El 70 por ciento de estas personas continúan institucionalizadas en hospitales psiquiátricos por haber perdido sus lazos sociales, encontrarse en situación de pobreza, desamparo social y familiar y por la insuficiente existencia de dispositivos comunitarios, de acuerdo con la investigación del CELS y el MDRI que dio lugar al informe Vidas arrasadas: la segregación de las personas en los asilos psiquiátricos argentinos (Buenos Aires, Siglo XXI, 2008,disponible en: http://www.cels.org.ar). La situación de deterioro subjetivo que podía observarse en las personas internadas, poco o nada tenía que ver con los diagnósticos psicopatológicos que se enseñaban en la facultad: fundamentalmente tenían que ver con el abandono, la pobreza y el olvido en el que estas personas se encontraban. En 2007, el tiempo promedio de internación en la ciudad de Buenos Aires era de diez años.
No obstante, frente a la pregunta sobre cuál consideraban que era el tiempo promedio de internación para brindar la asistencia necesaria a una persona en el momento agudo de una crisis por motivos de salud mental, los trabajadores del Programa de Rehabilitación y Externación Asistida (PREA) respondieron: “15 días”. En efecto, pasado el momento agudo, con los dispositivos comunitarios y apoyos necesarios, esa persona puede seguir llevando adelante su vida como todas las demás.
El PREA –dependiente del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires– funciona en apoyo de mujeres que estuvieron internadas en el Hospital Estévez, ayudándolas a aprender o reaprender habilidades esenciales para la vida, a fin de que se integren en un ambiente colectivo de casas en la comunidad. En palabras de una de las participantes del PREA: “He estado hospitalizada aquí por tres años. Ahora estoy en el programa PREA; hay sólo seis de nosotras en el programa del hospital. He estado en el PREA desde el 1º de enero de 2003. Pasan un año, más o menos, enseñándote a manejar dinero, a hacerle frente a la vida afuera. Voy a irme a vivir con otras tres mujeres. No sabemos aún cuándo nos mudamos”.

Lucidez

La sanción de la Ley Nacional de Salud Mental 26.657, en diciembre de 2010, marcó un hito en el camino de desandar el paradigma, todavía hegemónico en Argentina, de que las personas usuarias de los servicios de salud mental son objetos de tutela y protección y deben ser sustituidos en la toma de sus decisiones. Asimismo, reconoce el derecho de todas las personas a acceder a la atención integral en salud mental de acuerdo con sus necesidades, en un marco de igualdad y no discriminación. Este cambio de paradigma, de objeto de tutela a sujeto de derecho, es consecuente con la ampliación de derechos civiles para numerosos sujetos sociales, entre los que podemos mencionar a los niños, niñas y adolescentes, las mujeres, las personas que integran colectivos por la diversidad sexual, las personas migrantes, los adultos mayores. El reconocimiento de la condición de sujetos de derecho para estos grupos sociales tiene respaldo en la normativa internacional de derechos humanos, que, desde la reforma constitucional de 1994, tiene jerarquía constitucional en la Argentina.
En los últimos años también hubo avances fundamentales en la ampliación de derechos para las personas con discapacidad. La Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad –llevada a la condición de ley nacional en 2008– establece que en lugar de privar a la persona usuaria de los servicios de salud mental de su capacidad legal e instalar un tutor o curador para que cuide sus intereses, deben crearse condiciones que ayuden a la persona a obrar con impulsos propios: generar políticas públicas y normativas que promuevan la dignidad inherente a la toma de las propias decisiones, con los riesgos que ello pueda involucrar, y la posibilidad de andar por el mundo, con todos sus peligros y posibilidades.
El artículo 16 de la Ley Nacional de Salud Mental establece que toda disposición de internación debe contar, dentro de las primeras 48 horas, con el requisito del “consentimiento informado de la persona o del representante legal cuando corresponda”. En el mismo texto se aclara que “sólo se considera válido el consentimiento cuando se presta en estado de lucidez y con comprensión de la situación”.
Ahora bien, retomemos la pregunta inicial sobre el concepto de “cronicidad” en salud mental desde la perspectiva de derechos humanos, que propone incorporar una mirada centrada en los procesos psicosociales que atraviesan todo diagnóstico en salud mental. Agreguémosle el paradigma que propone la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que enfatiza la necesidad de crear condiciones que ayuden a la persona a obrar con impulsos propios, ¿no convendría conceptualizar la llamada “lucidez para la toma de decisiones” que pide el artículo 16 como el resultado de un proceso, y no sólo como un estado de orientación temporal y espacial? Un proceso anclado en el acceso efectivo al ejercicio de los derechos fundamentales y en el acceso a la información necesaria y accesible para tomar reales decisiones informadas. Entonces, podemos hablar de la construcción de lucidez para la toma de decisiones conforme a debido proceso.
El debido proceso es un principio por el cual el gobierno debe respetar todos los derechos legales que posee una persona; es un principio jurídico procesal por el cual toda persona tiene derecho a ciertas garantías mínimas, tendientes a asegurar un resultado justo y equitativo, a permitirle oportunidad de ser oído y a hacer valer sus pretensiones legítimas frente al juez. El debido proceso establece que el gobierno está su-bordinado a las leyes que protegen a las personas del Estado. Cuando el gobierno daña a una persona sin seguir exactamente el curso de la ley, incurre en una violación del debido proceso, lo cual incumple el mandato de la ley.

Producimos crónicos

De acuerdo con información suministrada por la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, “los recursos para afrontar la situación epidemiológica actual son insuficientes, no están distribuidos apropiadamente y en algunas provincias subsiste un modelo de servicios centrado en el hospital psiquiátrico tradicional como respuesta casi exclusiva” (Yago Di Nella y colabs., ob. cit., 2011). Para mayo de 2011, sólo 9 de 23 provincias no utilizaban instituciones monovalentes (hospitales destinados a una única especialidad, en este caso salud mental) de estructura manicomial. Sigue siendo fundamental profundizar el proceso de disminución de camas de internación en hospitales monovalentes y su reemplazo por dispositivos comunitarios y camas en hospitales polivalentes.
El estigma social que pesa sobre la locura es una construcción colectiva, que no debiera definir lo que una persona es, tratándose de un acontecimiento transitorio que afecta parcialmente su vida. Con los apoyos necesarios esa misma persona puede seguir llevando adelante su vida, puede trabajar, casarse, votar, tener hijos o lo que ella decida que es lo mejor para sí.
Entonces, ¿existe la cronicidad en salud mental? No es posible responder a esta pregunta sin atender a la histórica segregación, invisibilización y negación de la condición de sujeto de derecho de este grupo. Reformulo la pregunta, en su dimensión ético-política: ¿cómo se produce la cronicidad en salud mental? ¿Por qué producimos cronicidad en salud mental?
* Psicóloga. Integrante de la delegación Inadi Río Negro y ex coordinadora del Equipo de Salud Mental del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Textos extractados del trabajo “¿Existe la cronicidad en salud mental? Revisión desde la perspectiva de derechos humanos”, presentado en el Simposio Nacional “Del padecimiento a la agencia social en salud colectiva. Personas que viven con enfermedades crónicas y vida cotidiana”, octubre de 2012.