Fotografia
El pulso de la siembra
Por Claudia Prado
Amar duele, 2011
Sol Aramendi es santafesina, nació en Venado Tuerto, se mudó a
Rosario para estudiar arquitectura; después, a Buenos Aires, donde trabajó como
arquitecta, estudió diseño mobiliario y cine, participó en el taller de Adriana
Lestido y se convirtió en fotógrafa. “Fue en ese taller donde se puso en duda
lo que quería hacer, todo. Y pude pensar otras cosas para mí. Dejé el trabajo y
me mudé. En Argentina yo tenía mi casa, estaba más cómoda, acá fue empezar de
nuevo.” Hace diez años vive en Nueva York. Desde entonces, su obra se mostró en
Buenos Aires, Nueva York, Washington, México y museos y galerías de muchas
otras ciudades; cientos de inmigrantes han pasado por sus talleres de fotografía
en español.
Mirar las fotos de su página (www.solaramendi.com), los trabajos que ha
hecho con sus alumnos, verla a ella (Dj Pampa) pasar discos en una fiesta,
enterarnos de que, además de clases de fotografía, también da clases de dj para
niños autistas y de que uno de sus últimos trabajos fue otra instalación con
discos en un hospital es como ver la misma energía moverse, cambiar de soporte,
ramificarse y volver a reunirse con naturalidad, dejando que los temas, los
sentidos, se abran en la reflexión colectiva, para volver después a
concentrarse en la tarea individual.Su muestra Heartbeats, Latidos del corazón, se va a inaugurar el 10 de enero en Buenos Aires, en la galería Praxis.
¿Cómo influyó en tu obra la mudanza a otro país?
–Al principio, seguía trabajando con cosas de Argentina. Primero hice un proyecto sobre el pasto. Era la necesidad de buscar algo de mi infancia, de mi vida en el campo, en respuesta a esta ciudad en la que casi no hay naturaleza. Esas fotos de pasto eran borrosas, cuando las estaba haciendo me acordé de que mi abuela nos llevaba al campo, paraba en el trigo y nos decía: ahora vayan y corran, y entonces nosotros nos bajábamos y corríamos. Para mí eso era como nadar, liberador. En esa época, también trabajé sobre la casa de mi abuela y sus cosas. Editaba y volvía a sacar las mismas fotos.No volvías a los últimos lugares donde habías vivido –Buenos Aires o Rosario– sino a tu pueblo...
–Sí, a Venado Tuerto y sacaba cuarenta rollos de fotos y acá, durante todo ese año, los revelaba, los copiaba. Hasta que me iba de nuevo y hacía lo mismo, y así. Hice una muestra que justo coincidió con la muerte de mi papá y se llamaba There Were You Are Not (Allí donde ya no estás). Después me di cuenta de que las fotos eran sobre eso, mirar lo familiar pero ya con una duda: Sí, tan familiar, con esto crecí, lo vi todos los días y está intacto, pero no sé si ya soy eso.¿Con el tiempo tus proyectos comenzaron a relacionarse más con esta ciudad?
–El primero, el más fuerte, son retratos que tienen algo de autobiográfico. Mi vida en Nueva York, el hecho de estar sola, las cosas que aprendí. En todas estas obras colaboro con un artista, siempre tengo obra de otro y también las modelos son amigas y hay, a veces, algo de ellas en la foto.
Para mí ahí hubo un quiebre entre tomar fotos y hacer fotos, fue un cambio de documentar a construir. La primera que hice fue la novia con corazones de vaca. Me descompuse cuando la estaba sacando, casi me desmayo. Saqué la foto y al otro día tenía que ir a limpiar y quería sacar una con los corazones de día. A la mañana no me podía levantar, me arrastré hasta el lugar. Y cuando llegué ahí y tiré los corazones que ya estaban pudriéndose, sentí una felicidad total. Fue así, felicidad. Pensé: esto es lo que tengo que hacer, hay que seguir ahí. Yo veo eso en el trabajo del artista, trabajar en la superficie para limpiar algo profundo.
Tenés también una serie sobre mujeres mexicas, acá en Nueva York, y esa otra, Magia, con tu sobrina. ¿Por qué fotografiás casi siempre a mujeres?
–Es que esto tiene que ver con entender mis cosas. En los trabajos que hice sobre la casa de mi abuela también eran tres mujeres solas. Una casa donde el hombre está ausente y son mujeres llevando adelante la casa. Siempre estuve en esos ambientes –mi mamá con mis tías– y también es mi historia, una mujer sola.
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